En
la noche es cuando los pensamientos empiezan a surgir, todo se vuelve
taciturno, me hallo ante la soledad silenciosa e incómoda. Es ahí donde los
demonios y miedos se reúnen a tu alrededor, no hay escape alguno de ellos y te
obligan a verlos de frente. Indefensa ante estos seres extraños que habitan en
mi cabeza que cobran vida noche tras noche, me veo en la necesidad de salir
corriendo, pero me es imposible ya que me tienen acorralada y por más que
quiera huir siempre me alcanzan.
Todo
es totalmente negro a mi alrededor y solo percibo las siluetas de los monstruos
que atacan mi sueño y son responsables de mi insomnio. Noto sus burlas, sus
grandes risas hacia mí y yo tan sólo parezco un ratón indefenso que ve a estos
seres enormes cual si fueren rascacielos inquebrantables. Trato de ignorarlos y seguir mi curso, pero
siempre en algún momento aparecen, justo cuando me hallo más indefensa sin
ningún arma para atacar.
Tanto
tiempo con esto, que creo que me he acostumbrado a ellos, aunque no siempre
estoy de humor para convivir con ellos, ni ellos conmigo. A veces son muy
crueles que me hacen estallar en un mar de desesperación. Sí, creo que he
llegado a considerarlos como mis amigos, de cierta manera son los que me han
hecho más fuerte, quizá un tanto fría y cruda, igual que ellos. No veo cuándo
puedan desaparecer, creo que les gusta venir a visitarme.
Cada
noche que pasa me voy sintiendo más cómoda ante su presencia, creo que los he
llegado a conocer muy bien a varios de ellos, a algunos otros, se esconden
entre los rincones de mi habitación, incluso los miedos tienen miedo de ellos
mismos. Hay otros que no han venido a visitarme hace ya varios días, varios
meses incluso, pero me percato que hay nuevos miembros. Pero ya no me asustan con facilidad, he llegado
a pensar que son en los únicos en quien puedo confiar.
A
veces me hacen llorar, a veces me hacen reír, incluso me hacen gritar hasta
hacerlos ensordecer. Pero aún así, se quedan conmigo, permanecen toda la noche
a mi lado y justo a la primera luz del día desaparecen y de nuevo me hallo
frente a la monotonía de la vida, esperando a que algo fascinante pase en el
día.
No
me queda más que esperar a la noche, que es cuando todo realmente sucede, donde
todo lo real ya no lo es, para así pasar a un mundo paralelo donde lo
intangible se vuelve tangible, cobra vida y tiene rostro. Es precisamente por
ello que solo mis demonios y mis miedos cobran vida únicamente por la noches,
se personifican para así ser de mis noches mágicas. No me es necesario cerrar
los ojos y dormir para tener un sueño o para tener una pesadilla pues en el
insomnio los monstruos que me mantienen
despierta son los creadores de éstos estando en estado aparente de vigilia.
Es
gracioso pensar en cómo de temerle a
esos seres inertes ahora son de quiénes mejor disfruto su compañía. Aunque,
pensándolo bien, sólo son producto de mi imaginación. ¿Será que los he creado
para no estar sola?¿Será que me estoy volviendo loca? Quizá solamente he
aprendido a disfrutar de eso que alguna vez y que todavía en ocasiones me
atormenta.
Cuando
estoy con ellos es como si estuviera en un parque de diversiones, donde me
puedo subir a cualquier juego y sentir toda clase de sensaciones, de
sentimientos. Puedo estar riendo sin
parar por todo y por nada, pero en un abrir y cerrar de ojos puedo pasar a
estar en un llanto sin fin, también por todo y por nada. Y a todo ello, los
únicos responsables de provocar todo esto en mí son estos seres extraños alucinantes.
En
algunas ocasiones, aparece un igual a mí, junto con sus demonios y miedos, así
los suyos y los míos interactúan con gran armonía, parece que se entienden muy
bien incluso pueden fusionarse y volverse uno solo, haciéndose más grande de lo
que ya son. Pero no nos atacan, sino que nos invitan a unirnos en su juego,
incluso hay ocasiones que entre tanta oscuridad hay pequeños destellos de
colores fascinantes de pequeña felicidad que se siente.
También
hay veces en las que él y sus monstruos nos visitan, sin ningún ánimo de jugar,
de hacer magia y luz. En esas ocasiones, sólo nos sentamos a contemplar la
oscuridad inmensa que nos abraza con su melancolía y los monstruos se quedan en
silencio tristes llorando por nuestro existir.
A
veces deseo perderme en ese mundo paralelo y no volver a la realidad, aunque me
pregunto si es existente aquello que llamamos real, quizá todo, absolutamente
todo sea producto de nuestra mente.
Me
percato que en ese momento de la noche en que me siento acompañada por esos
seres que habitan dentro de mí en el día para salir por la noche, que en
realidad es una proyección producto de mi soledad, así es, a final de cuentas
sigo estando sola y en silencio tratando de hacer menos pesada la existencia,
enfrentándome a mí misma, conociendo todo lo que hay en mi interior.
Ahora
no me queda más que disfrutar de esa soledad, sea amarga o dulce. Siempre
estará ahí presente…