Nocturna compañía que conoces mi oscuridad y puedes atravesarla
sin necesidad de encender una antorcha. Noche tras noche cuidas mi insomnio,
cuidas de mis pensamientos incesantes que día y noche me atormentan.
Lames mis ojos
cansados con tu saliva refrescante; con tus dedos curas mi deseo,
me derramas en
silencios que entran suavemente en tus labios y tu lengua saborea la miel de mi
recuerdos.
Tus manos
acarician mi soledad que poco a poco se convierte en tuya, así es como saboreas
mi melancolía lentamente. Mientras el vacío se va apoderando de las
sensaciones, en pequeños espasmos lentos, poco a poco nos vamos absorbiendo,
todos nuestros males se desvanecen hasta quedar ligeros nuestros cuerpos como
si fuesen plumas y sin darnos cuenta nos elevamos a lo más alto de esta noche
fría.
Dibujando una
sonrisa taciturna en mi rostro me pierdo entre tus brazos, entre tu cuerpo
frágil y suave. Susurras a mi oído con efecto tranquilizante que al mismo
tiempo me hace estremecer y abrazarte fuertemente deseando parar el tiempo y
que dure una eternidad.
Alumbrando
apenas mi corazón de esponja de mar, borrándome en ti, como el mar borra las
marcas en la arena que van quedando en el olvido. Nos fusionamos entre la
oscuridad hasta distinguir sola una silueta, un alma.
Todo es
silencio, todo es oscuridad, todo es tan efímero que en cualquier instante todo
puede terminar sin darnos cuenta. Te sueño y me sueñas, nos encontramos en un
lugar etéreo y surreal donde podemos crear lo que queramos, donde el mundo es
nuestro.
Ahí, sólo ahí
es donde tu y yo nos encontramos, en aquel mundo del ensueño, donde cada noche
nuestros cuerpos y un nuestras almas se confunden entre vientos danzantes que
juegan con nuestros cabellos y recorren cautelosamente nuestra piel. Sí,
solamente en sueños te encuentro, solamente en sueños mi soledad también es la
tuya. Así, al despertar, de nuevo comienza el tormento de la vida cotidiana y
monótona, deseando que de nuevo anochezca y encontrarte entre mis sueños, mi
nocturna compañía.
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